Lincoln es principalmente conocido como el "Gran Emancipador", aquel que dio el golpe de gracia a la esclavitud en el continente americano. Su cristianismo era de naturaleza protestante.
Acaba de estrenarse en nuestros cines Lincoln, la última película de Steven Spielberg sobre la figura del presidente más famoso de los Estados Unidos de América, Abraham Lincoln (1809-1865) Creo que no serán muchos lo que no sepan algo de él. La figura del decimosexto presidente de los Estados Unidos ha adquirido rasgos casi míticos en nuestra civilización occidental. Recuerdo haber oído de Lincoln desde niño. Su figura producía en mí una mezcla de admiración y sorpresa, sobre todo después de leer La Cabaña del Tío Tom, retrato exacto de la crueldad de la esclavitud en el profundo Sur de los Estados Unidos antes de la Guerra Civil Americana. La autora de esta novela, de arraigada fe evangélica, Harriet Beecher Stowe, fue recibida por el carismático presidente en la Casa Blanca el 25 de noviembre de 1862, diez años después de la aparición de su, por entonces ya, famosísima obra. Lincoln es principalmente conocido como el "Gran Emancipador", aquel que dio el golpe de gracia a la esclavitud en el continente americano. Hay por lo menos dos hitos a destacar en su lucha contra la esclavitud: en primer lugar, la Proclama de la Emancipación de los esclavos de 1 de enero de 1863 y, finalmente, la aprobación, por la Cámara de Representantes, el 31 de enero de 1865, de la Decimotercera Enmienda al final de la Guerra Civil Americana, que aseguró legalmente la emancipación de los esclavos. La película de Spielberg se ocupa de los acontecimientos que rodearon la introducción de esta Enmienda a la Constitución.
Lincoln es, en mi opinión, una gran película. Es una muestra de la madurez de un genio de la dirección cinematográfica, como es Spielberg. Calificaría la cinta de intelectual, por los diálogos de altos vuelos que incluye, que incluso requerirían del espectador algún cierto conocimiento de la historia de la Guerra Civil Americana para entenderlos mejor. Lincoln es, durante muchos momentos, una obra de teatro en formato de cine, algo que nos gusta a muchos. También destacaría la fotografía y la ambientación. La caracterización de Daniel Day Lewis como Abraham Lincoln es, sencillamente, impresionante. Merece la pena ir a ver esta película al cine, aunque solo sea para ver a este actor completamente identificado con el personaje. Abraham Lincoln está magistralmente retratado en la película. Su carisma, su amor por la anécdota, aparentemente heredada de su padre, su visión política para captar que, aunque se ganara la guerra, los avances contra la esclavitud podían perderse en un momento, están muy bien destacados. Tampoco se puede pasar por alto la interpretación de actores como el gran Tommy Lee Jones, en el papel del político radical Tadeo Stevens, o la esposa de Lincoln, Mary Todd, magistralmente interpretada por Sally Fields. La película tiene muchas similitudes con Amazing Grace. La cinta de Michael Apted, que se estrenó en 2006, en el aniversario de la abolición de la trata de esclavos en el Imperio Británico, retrata magistralmente la lucha del parlamentario inglés, William Wilberforce, entre otros, contra ese ignominioso comercio. Una lucha que sabemos que resultó decisiva para la posterior abolición de la esclavitud en el Imperio Británico y en el mundo entero. Lincoln conocía bien la obra Wilberforce; “todo el mundo debería conocer a Wilberforce” llegó a afirmar el presidente. De hecho, Wilberforce se perfila como modelo de actuación política de Lincoln. El presidente americano, como Wilberforce, no fue un radical. En el caso de los Estados Unidos, se produjo, finalmente, una espantosa guerra civil por causa de la Unión y por el tema de la esclavitud. Una guerra que Lincoln no quiso, pero que preservó la Unión y, a la postre, sirvió también para acabar con la esclavitud en los Estados Unidos. Su talante político moderado se puso también de manifiesto con su actitud nada vengativa hacia el Sur devastado y derrotado. El asesinato del presidente impidió que su magnanimidad diera frutos de mayor reconciliación y de auténtica igualdad para la población de color del profundo Sur. Como en Amazing Grace, en la película Lincoln se destacan los grandes debates políticos de esos momentos, cruciales para la historia de los Estados Unidos, y lo que es la política misma, incluso su cara más sucia y desagradable. Sin duda Lincoln refleja también las inquietudes de Spielberg sobre la esclavitud, un tema que ha preocupado a Spielberg desde hace tiempo, como indica el hecho de que dirigiera, ya en 1997, Amistad, otra gran película sobre la esclavitud. Amistad se ocupa, igualmente, de un hecho histórico: la involuntaria llegada en 1839, a las costas de los Estados Unidos, de un barco negrero español llamado Amistad. Los españoles exigen al gobierno norteamericano que entregue a los esclavos amotinados, que habían sido capturados en África y eran llevados a Cuba en el Amistad, algo que, finalmente, no consiguen. En la película tenemos a otros dos grandes actores, Morgan Freeman, que hace del abolicionista Theodore Joadson, y Anthony Hopkins, que interpreta al presidente John Quincy Adams. La película se ha interpretado como el equivalente en el tema de la esclavitud a lo que es La Lista de Schindler en cuanto al nazismo. Amistad muestra adecuadamente las incertidumbres de los Estados Unidos, antes de la Guerra Civil, con respecto a esa herida abierta que tenía la nación por la legalidad de la esclavitud en algunos de los Estados de la Unión.
Es de justicia destacar que el cristianismo impregnó la acción política de Abraham Lincoln. El cristianismo de Lincoln era de naturaleza protestante. Para él se basaba, fundamentalmente, en la lectura de la Biblia. El protestantismo sigue las instrucciones de Moisés a Josué cuando le dice: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Libro de Josué 1:8). Lincoln tenía padres de fe evangélica y, particularmente, su madre y su madrastra le inculcaron ese gran amor por la Biblia que caracterizó su vida. Lincoln tuvo poca educación formal, pero se sabe que sus primeras lecturas incluyeron, además de la Biblia, clásicos evangélicos como El Progreso del Peregrino y novelas como Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. También leyó las Fábulas de Esopo y libros de filología inglesa y retórica, además de algunas biografías, como las de George Washington o Benjamín Franklin. Lincoln continuó durante toda su vida siendo un voraz lector. Pero en los abundantes momentos de duda, melancolía o depresión, Lincoln volvía a releer con pasión la Biblia, para hallar en ella fuerzas de parte de Dios. Tal era su manejo de las Escrituras que, aparentemente, las citaba con frecuencia en sus discursos. En el último que aparece en la película se refiere a las palabras del Salmo 19 “los juicios del Señor son verdad, todos justos” (Libro de los Salmos 19:9). Lincoln, igualmente, vivía bajo un cierto sentido de la providencia divina: el hecho de que Dios, el buen Creador, por su infinito poder y sabiduría sostiene, dispone y gobierna todas las cosas, desde las más grandes a las más pequeñas, según su voluntad y para su propia gloria. La película se hace eco de esa creencia de Lincoln. En su caso, se manifestaba al asumir seriamente la responsabilidad que tenía, no ya solo para los esclavos de ese momento, sino pensando incluso en las futuras generaciones. La cinta alude también a ese sentido de compromiso y solidaridad hacia los menos favorecidos que tenía. Lincoln heredó de sus padres su antipatía hacia los horrores de la esclavitud. El antiesclavismo era una de las señas de identidad de las distintas iglesias bautistas a las que pertenecieron sus mayores. Lincoln gustaba de las palabras de Jesús en el Evangelio de Marcos 12:29-31: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”.
Abraham Lincoln sigue siendo un referente ético y político actual. Sobre la base de las verdades que ya recogía la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 4 de julio de 1776, cuando señalaba, como “verdades evidentes”, que “todos los hombres son creados iguales” y han sido “dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”, él edificó su actividad política. Ése es el espíritu que recoge la Decimotercera Enmienda. Posteriormente otros políticos americanos, con más o menos acierto o consistencia personal y política, han buscado seguir en los pasos de Lincoln. Así, el gran defensor de los derechos civiles en América, Martin Luther King, también se inspiró en Lincoln en su lucha por la igualdad racial (todavía recuerdo la profunda impresión que me causó ver en Atlanta una colección de objetos de la época de la segregación racial). Así, su famoso discurso conocido como “I have a dream”, “Tengo un sueño”, fue dado en la escalinata del monumento a Lincoln, en Washington, en 1963, recordando así la Proclama de Emancipación de Lincoln en 1863. En su última toma de posesión, Barack Obama juró sobre la Biblias de Lincoln y Luther King. Este hecho demuestra que intenta ser identificado con estos hombres y sus ideas de igualdad y libertad.
Abraham Lincoln debe ser también un acicate para todos nosotros hoy. Su ejemplo debe animarnos a cada uno para que, desde nuestra humilde esfera de influencia, combatamos contra todas las injusticias y las desigualdades que hay en la sociedad actual. Es verdad que son muchas las iniquidades que siguen existiendo en nuestro mundo. Pero considero que uno de los desafíos más notorios es el de la lacra de las nuevas formas de esclavitud modernas, sobre todo el tráfico y la explotación de personas con fines sexuales. La erradicación de este degradante comercio con personas, muchas veces incluso con menores, debe ser el objetivo más concreto de nuestra lucha, a día de hoy, contra las nuevas formas de esclavitud.
Artículo escrito por José Moreno Berrocal y publicado originalmente en el periódico "El Semanal de La Mancha" el viernes 15 de febrero de 2013. Publicado con permiso.