Aporta frescura y originalidad a un tema muy tratado, el horror nazi. “Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan quemando también personas”
Acaba de estrenarse en nuestros cines la película titulada La Ladrona de Libros. Esta cinta se basa en una novela del mismo nombre que la película, publicada en 2005, y que tuvo mucho éxito, obra del escritor australiano de madre alemana Markus Zusak. La novela, que me había regalado hace años un buen amigo mío, Daniel Webber, me había conmovido profundamente. Lo mismo le ocurrió a mi hija mayor. Por ello, estábamos deseando ver la película para ver que tal se había adaptado al cine. Sabemos que no siempre se logra que un buen libro resulta también atractivo en forma de película. Pero en este caso, creo que se ha conseguido hacer un buen trabajo con esta cinta. El director es Brian Percival, que ha hecho la premiada serie Downtown Abbey. El guionista, Michael Petroni, es el de la también exitosa La Travesía del Viajero del Alba, la última adaptación al cine de otro de los cuentos de Las Crónicas de Narnia. La música es del gran compositor John Williams. Destaca la interpretación de Geoffrey Rush, como Hans, y de Emily Watson, como su esposa Rosa.
La novela refleja los recuerdos de la madre de Markus Zusak en su mas tierna infancia en la Alemania nazi. La acción tiene lugar antes y durante la Segunda Guerra Mundial, en un pequeño pueblecito de ficción denominado Molching, cerca de Munich, en Alemania. Nos narra la vida de una niña, llamada Liesel, que es adoptada por una familia, los Hubermann, Hans y Rosa, que no simpatizan con los nazis. De hecho, tienen a un judío llamado Max escondido en casa. La película gira en torno al amor de Liesel por los libros y las palabras. Hans, su padre adoptivo, enseña a Liesel a leer y Max le enseña a ver el mundo por medio de las palabras que se encuentran en los libros. La novela tiene varios recursos para comunicarnos la importancia del significado de las palabras. Uno de ellos es el de conservar algunas palabras claves en el alemán original, algo que también han respetado acertadamente en la cinta. Liesel se convierte en una voraz lectora de todo tipo de libros. Al final, incluso, puede expresar sus pensamientos y sentimientos por medio de palabras, llegando a convertirse también en una consumada narradora y escritora. Así, una historia de Liesel proporcionará consuelo a los que se se refugian bajo tierra durante uno de los bombardeos que sufre Molching. Y es que las las palabras son vida, como le dice Max a Liesel. Una de las estrofas del poema Madrigal del recientemente fallecido gran poeta de Tomelloso, Félix Grande, podría expresar lo que representa la palabra para este personaje de Liesel:
“Palabra, me acompañas, me das la mano, eres
maroma en la cintura cada vez que me hundo;
cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,
que intentas construirme un mundo en este mundo”
No es la primera vez que el cine trata el horror del nazismo, desde el punto de vista de los niños. Tenemos la también conmovedora La vida es Bella de 1997 o, más recientemente, El Niño con el Pijama de Rayas de 2008. La Ladrona de Libros aporta frescura y originalidad a un tema muy tratado, el horror nazi. Hay varios aspectos que me gustaría apuntar. De entrada, que el mal comienza con la quema de los libros. Hay una escena en la película en la que los nazis queman libros, que refleja su odio contra los libros que consideraban subversivos. Como destaca la novela igualmente, la quema de libros es una clara indicación de lo que se avecina, de la locura de los nazis contra los judíos y su sed de guerra. La película se rodó en Berlín. Uno de los recuerdos más vívidos que guardo de mi reciente visita a Berlín, es el lugar en el que los nazis, el 10 de mayo de 1933, quemaron 40.000 libros, justo enfrente de la Universidad, en el mismo corazón de la ciudad, en la Bebelplatz. Actualmente, un suelo de cristal recuerda ese ominoso acontecimiento. Allí mismo, hay igualmente una placa con una cita del gran poeta alemán Heinrich Heine, con una frase de 1817 que dice:
“Das war ein Vorspiel nur, dort wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen”
“Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan quemando también personas”
Resulta sobrecogedor pensar que, el lugar por donde han pasado y estudiado algunas de las mentes más prodigiosas de la humanidad (poetas como el mismo Heine, músicos como Félix Mendelssohn, científicos como Albert Einstein o Max Planck, filósofos como Georg Hegel, arquitectos como Walter Gropius, nacido en Berlín por cierto, o actrices como Marlene Dietrich, también berlinesa) pudiera asimismo ser el escenario pirómano que ya presagiaba uno de los fenómenos más irracionales y crueles de la historia de la humanidad, el nazismo.
Pero mientras unos queman libros, otros encuentran esperanza en las palabras de los libros y, por ello, aman los libros ¡hasta el punto de buscar rescatarlos de las hogueras! Liesel valora los libros como si fueran un tesoro. El título de la novela y de la película, La Ladrona de Libros, hace referencia, en realidad, al anhelo de Liesel por los libros. Es otro niño, que es su mejor amigo, Rudy, el que la llama ladrona de libros, aunque ella ¡sólo los toma prestados para leerlos! Me encanta. Necesitamos amar los libros. Creo que la película comunica bien este aspecto. Aún así, no solo se trata de tenerlos, sino de leerlos, ya sea en formato tradicional o digital. Debemos hacer de la lectura una prioridad de nuestras vidas, entre otras cosas porque, solo leyendo ampliamente, podemos desarrollar un espíritu inquieto y crítico, pero también justo y cabal. Es verdad que las palabras pueden manipular y engañar, pero, por otro lado, podemos dar sentido a la vida por medio de las palabras, y alcanzar a ver la realidad y la verdad de las cosas. Y este es el gran mensaje de la novela y de la película.
Con todos los libros que se han escrito, debemos leer los mejores. El libro de los libros es la Biblia, que contiene toda una biblioteca en sí misma, ¡66 libros! Es un solo libro porque contiene un solo tema que los unifica, Jesucristo. Liesel comienza a leer con ¡el manual de un sepulturero! Cuando lo termina, quiere volver a leerlo. ¡Cuanto más debemos releer la Biblia! Existen muchos libros, pero ninguno como la Biblia. Hay muchas palabras en este mundo, ahora bien, ninguna como la palabra de Cristo. Es el apóstol Juan el que presenta a Cristo como el eterno Verbo de Dios, es decir, la Palabra de Dios (Evangelio de Juan 1:1), que es Dios mismo. La Palabra por medio de la cual Dios ha creado el mundo y que es, por tanto, la estructura esencial detrás de toda la realidad. La Palabra por la que la Dios nos proporciona el significado objetivo de la vida. Cristo es el que por su palabra nos introduce al auténtico sentido de las cosas. Jesús es la verdad, la palabra encarnada de Dios. Solo podemos entender este mundo por la luz que ilumina a todo lo creado, el resplandor de la Palabra que ha tomado carne y que se comunica por la palabra. Hay una ocasión que relata el evangelio de Juan, en la que muchos de los discípulos de Cristo se ofenden por la enseñanza que estaba dando Jesús. Jesucristo, entonces, se dirige a su círculo más íntimo, los doce, y les pregunta si ellos también le abandonarán. Entonces, Pedro le dice a Cristo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Evangelio de Juan 6:68). Sólo la palabra de Jesús proporciona vida duradera y en abundancia (Evangelio de Juan 10:10). Las palabras pueden dar esperanza, pero no hay esperanza como la que trae la palabra del Verbo de Dios.
Artículo escrito por José Moreno Berrocal y publicado originalmente en el periódico "El Semanal de La Mancha" el viernes 14 de febrero de 2014. Publicado con permiso.