El ángel anunció a María que sería la madre de Jesús, le anunció que el ser que de ella nacería: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David.
Al igual que el año pasado, estas navidades están dominadas por el estreno de dos películas. Por un lado, la segunda entrega de la saga de Harry Potter, “Harry Potter y la cámara secreta”, basada en la novela del mismo nombre de J. K. Rowling. Y por otro lado, la segunda entrega de “El Señor de los Anillos”, titulada “Las Dos Torres”, también la segunda parte de la novela del mismo nombre de J. R. R. Tolkien. Es obvio que son razones comerciales las que hacen coincidir los estrenos de estas películas con la Navidad. La asistencia a los cines es masiva en esta época. Pero esa coincidencia con la Navidad resulta interesante a la hora de resaltar las similitudes y las diferencias entre Harry Potter y el Señor de los Anillos por un lado, y la Navidad por otro.
En cuanto a las similitudes es fascinante notar que tanto Harry Potter como el Señor de los Anillos nos introducen en mundos de fantasía en los que aparece el constante conflicto entre el bien y el mal. Ya sea Harry Potter contra Lord Voldemort o el hobbit Frodo y su Compañía contra Saurón y su aliado Saruman, tenemos en ambas películas una pugna titánica entre el bien y el mal. El mal es tenebroso, pero es también poderoso, incluso tienta al bueno, aunque finalmente sea siempre derrotado por el bien. Es digno de notar que el ser humano está hecho de tal manera que no podemos, ni siquiera cuando escribimos o disfrutamos de la ficción, escapar de la realidad, la realidad del conflicto entre el bien y el mal.
La Navidad también nos presenta ese cuadro de lucha entre el bien y el mal. La Biblia nos dice que Dios, en la persona de su Hijo, se encarnó para destruir al mal. En palabras del apóstol Juan: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1ª Epístola de Juan 3:8). Jesucristo vino para librarnos del mal, que se ha adueñado de nuestras vidas, como se adueñó de la vida de Boromir en el Señor de los Anillos. A ese dominio la Biblia lo llama ser pecadores. Por eso el apóstol Pablo insiste: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1ª Epístola a Timoteo 1:15). La venida del Mesías garantiza la victoria final sobre el mal y sobre su autor, Satanás. Estas semejanzas entre Harry Potter, el Señor de los Anillos y la Navidad son ciertamente curiosas, pero ahí están.
Las diferencias son igualmente interesantes. Las películas sobre Harry Potter así como las del Señor de los Anillos están tomadas de sendas novelas. Sus autores J. K. Rowling y J. R. R. Tolkien escribieron ficción. No hay ninguna realidad histórica detrás de ellas, no existe el colegio de Hogwarts ni tampoco la Tierra Media. Por el contrario, la celebración de la Navidad se basa en un hecho histórico, el nacimiento de Jesús de Nazaret. Jesús, a diferencia de Frodo y Harry Potter, sí que es un personaje histórico. Lucas, ese exacto y concienzudo historiador del cristianismo, nos cuenta en su evangelio que Jesús vino al mundo en un lugar y en una época concreta: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Evangelio de Lucas 2:1-7). Lucas nos menciona el lugar, Belén, y la época en la que nació Jesús, cuando el emperador en Roma era Augusto César. Mateo, otro de los evangelistas menciona que Jesús nació justo antes de la muerte de Herodes el Grande. Todos estos datos señalan con claridad el momento de la Historia en el que Dios se encarnó. Por ellos, conocemos el lugar y el momento de su nacimiento. Y otras muchas fuentes, cristianas, judías y romanas nos informan acerca de los demás detalles de la vida y obra de Jesús de Nazaret. Por tanto, ninguna persona medianamente informada puede dudar de la historicidad de Jesús.
Además, este nacimiento fue muy singular. Jesús no fue un mero hombre sino que era Dios mismo en forma humana. El ángel que anunció a María que sería la madre de Jesús, le anunció también que el ser que de ella nacería, no iba a ser un ser cualquiera: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Evangelio de Lucas 1:32-35). Jesús es, en palabras del apóstol Juan, “el Verbo hecho carne” (Evangelio de Juan 1:14). El nacimiento de Jesús fue, por un lado como cualquier otro nacimiento natural. Nació de una madre y como nace cualquier otro niño. Pero, por otro lado el nacimiento de Jesús fue sobrenatural pues, como María dijo al ángel, yo “no conozco varón”. En el nacimiento de Jesús vemos, pues, a Dios mismo entrando en la historia de la humanidad en un momento y en un lugar concreto. Esta histórica intervención divina tenía un propósito definido salvarnos del mal, del pecado. Por eso el nombre del hijo de Dios no podía ser otro que Jesús: “y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”, dijo el ángel a José (Evangelio de Mateo 1:21).
Las novelas de J. R. R. Tolkien y de J. K. Rowling, al igual que las películas basadas en las mismas, pueden encandilarnos. Su propósito principal sobre todo en su formato cinematográfico, es hacernos pasar un buen rato. Pero son, en cualquier caso y, al final del día, mera ficción y puro entretenimiento. Por el contrario, la fe cristiana está basada en un hecho histórico incontrovertible, el nacimiento de Jesús. La Navidad nos devuelve a la realidad. La realidad es que somos pecadores y que estamos bajo el juicio de Dios. La realidad es que solo Jesús de Nazaret con su vida y muerte, puede librarnos de la condenación y del pecado. La realidad, se dice muchas veces, supera a la ficción. Así es en este caso también. La realidad histórica del nacimiento de Jesús nos desafía a todos. El problema del mal solo tiene una solución. La persona histórica de Jesucristo. La Navidad nos invita a acoger a Jesús como el único Salvador de la humanidad. ¿Es él tu Salvador?
Artículo escrito por José Moreno Berrocal y publicado originalmente en el periódico "Canfali" el viernes 20 de diciembre de 2002.